Marzo es el lunes de los meses. Volver a la rutina, volver al lío, volver a estar apurado y corriendo todo el día. La vuelta a clases pasa a ser el centro de atención, y sobretodo cuando es el último año de liceo. Marzo es vertiginoso. Marzo te dice que se terminó el tiempo de no hacer nada. Como leí una vez en un artículo: "Saber que, en general, todo el mundo está entregado a la pachorra evita el cargo de conciencia que conlleva tocarse los huevos a dos manos". Y es verdad, en Febrero no pasa nada si sos otro almohadón más sobre el sofá, porque es Febrero y no Marzo. Y hay gente que se deprime por estas cosas, y hay gente que se emociona y le salen chispas. A decir verdad, este año me tenía ansiosa, tenía ganas de arrancar el liceo, aunque en mayo me arrepienta de esto... No sé si es por ser el último año o qué, pero el caso es que volver al liceo me refrescó.
Sexto de Ingeniería... Me indica que estoy haciendo lo que me gusta, me siento cómo y a gusto. Me hace pensar que un día, después de toda una vida de esfuerzos, voy a ser Química, voy a lograr mi meta. Me emociona y me aterra que se acerce la facultad. Los desconocido me da mucho miedo.
El punto es que la rutina es lo que me hace mover, porque sino me estanco en un sillón y dejo que la vida me pase por delante. A veces la odiamos, pero a veces nos hace falta. Rutina bienvenida a casa.