Era un ave dentro del cuerpo de una joven. Cerró los ojos e imaginó el vuelo perfecto, sobre el paisaje más hermoso que alguien pudiese imaginar. Volaba por arriba de un valle, descendió un poco para verlo mejor. Quedó deslumbrada. Había una cascada que caía sobre un lago con un agua tan cristalina que no sólo podía ver su reflejo a la perfección, sino también peces nadando en él. Estaba rodeado por un bosque y algunas montañas. Se posó sobre el punto más alto para poder observar el lugar en todo su esplendor, era bellísimo.
Sintió sus piernas y sus brazos y recordó que era una persona. Recordó sus ataduras y la invadió el temor. Pero luego sintió un calor agradable, sabía que eran los brazos de su amado. Su mirada la tranquilizaba, su sonrisa la hacía feliz, y ese sereno beso en la frente la hizo sentir a gusto. Cuando lo vió, él se esfumó de entre sus brazos como se esfuma la arena entre un par de manos. Miró por última vez el paisaje y levantó la vista hacia el cielo. El cenit la esperaba. Elevó su ser y dejó que el viento la llevara por el resto de la eternidad.
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