Llegó la primavera, todo el mundo lo repite, asique ¿por qué yo no? En primer lugar, es mi estación favorita del año, porque puedo salir a la calle y no morirme de frio ni de calor, y no estar metida adentro de mil buzos, y siempre esta lindo el día, y dan ganas de caminar, y las plantas florecen y todo lo demás... Aunque en primavera yo sea una explosión alérgica, la nariz me pique todo el día, y tenga tos, la primavera lo vale. Y después está lo otro, eso de que en primavera renace el amor (¿cuándo estuvo muerto?) o por lo menos estamos más alzados, yo que sé... Los animales salen de sus cuevitas para buscar pareja y aparear, aparear, aparear... ah! y aparear, claro. Todo es parte del ciclo que tiene que repetirse una y otra vez... ¿Y yo? ¿Cómo empecé yo la estación del amor? No... ¿Para qué? Si a nadie le interesa, a quién le puede importar si somos miles de millones de personas enamoradas en el mundo. Bueno, lo digo igual, pero sólo porque mi deporte favorito es hablar de mí misma: la primavera la empecé nerviosa, alterada, y emocionada. Feliz pero con miedito. Sí, me paso algo super emocionante, a mi entender, claro, porque como nunca me pasa nada, y hace un tiempo que me están pasando cosas que hacen que mi vida no sea tan monótona como lo fue siempre. Pero, ¿por qué siempre me termino yendo por las ramas? Si nada de esto importa, lo único que importa es que llegó la primavera, y como otra cosa más que llega dio para tema de reflexión.
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