Confesiones agonizantes:


Confesiones agonizantes:

La mejor táctica contra el delirio...

lunes, 8 de noviembre de 2010

Estaría bueno que las cosas fueran distintas, que fueran más simples. Pero ¿saben qué? No lo son. Estaría bueno dejarse llevar por los instintos, poder sucumbir ante la tentación y que no pase nada. Pero no. Hay que ser prudente. Estaría bueno no callar aquellas cosas que sería inapropiado decirlas, poder decir lo que nos guardamos y morimos por decir. Pero tenemos ciertas reglas que respetar. Estaría bueno actuar sin tener que pensar en las consecuencias de nuestras acciones, sin tener que debatir interna o externamente si quedamos bien o mal, si hablamos mucho o poco, si nos arrastramos demasiado o mostramos poco interés. Pero puede traernos problemas.

Tener que respetar ciertas reglas, normas de convivencia es inevitable. El hecho de quedar mal parados nos atormenta, no existe ese estilo de vida cómoda en la que hacemos lo que queremos, cuando queremos y como queremos. Siempre hay un límite. La carne es débil, por eso está el cerebro, para frenarla. A pesar de que este razonamiento va más allá de los placeres de la carne y el bajo instinto, está inspirado en ellos. En la cotidianeidad no existe tal cosa como el carpe diem.

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